Una colección infinita

¿Cómo interactúan las piezas de mobiliario de un espacio? ¿Cómo se comunican? ¿Qué se dicen? ¿Se atraen? ¿Se rechazan? ¿Juegan y trabajan en armonía o por el contrario pelean en una lucha fraticida? La mayoría de estas cuestiones se responden la primera vez que se accede a un lugar concebido conscientemente y decorado ex profeso. Los ojos entrenados detectan rápidamente cuando el interior de un espacio está repleto de tensión o si existe una atmósfera en equilibrio.
Las diferentes partes de un conjunto deben cooperar para superar las prestaciones de cada una de ellas y conformarse como algo más grande, expresivo y eficaz. Pero la configuración se atoja como un elemento imprescindible que siempre debe ser tenido en cuenta. Basta con pensar que todas las constelaciones del cielo nocturno cambiarían si pudiéramos mover tan solo una de sus estrellas.
Estas premisas parecen haber servido de inspiración para que el prestigioso diseñador japonés Ichiro Iwasaki creara la colección modular Kiik para la compañía italiana Arper. Se trata de un conjunto de asientos, consolas, otomanas y mesas destinadas a cumplir labores tan diferentes como lo son sus posibles combinaciones. En función de la configuración que se escoja, Kiik puede servir para relajarse en casa, reunirse en la universidad o trabajar en equipo en la oficina. El contexto manda y Kiik se adapta.
                              Iwasaki observó los espacios públicos de las ciudades modernas, aquellos lugares donde la gente habla por teléfono, juega con sus hijos, caminan con prisa, descansa o conversa animadamente. Se dio cuenta de que los muebles tradicionales no pueden cumplir las expectativas de la vida contemporánea y decidió dar el salto hacia la adaptabilidad infinita. Kiik es como los bloques de madera de colores con que juegan los niños pequeños y que combinan una y otra vez hasta crear un juguete nuevo en cada ocasión.

Con Kiik, Arper cubre las necesidades de espacios tan dispares y mixtos como las oficinas modernas, las aulas universitarias, las salas de espera o las nuevas áreas de descanso de las viviendas actuales. El color es una de las bazas que sabe jugar Arper gracias a Kiik, ya que sus elementos están disponibles en numerosas texturas y gamas cromáticas. Sus acabados y materiales de fabricación hacen que todas sus piezas se amolden perfectamente a cualquier entorno. Kiik dispone de mesas circulares, triangulares, rectangulares o cuadradas. También tiene asientos con y sin respaldo, así como consolas y otomanas elevadas o bajas.
                              El diseño de Iwasaki sirve para aclarar ideas y ayuda a que surja el diálogo. Lo hace a través —por ejemplo— de la consola alta combinada con el sofá y rodeada por varios poufs que emplean una silla como escritorio. Esta es solo una de las infinitas combinaciones que ofrece Kiik porque, al igual que sucede cuando miramos al cielo por la noche, la imaginación es la que crea figuras a las que otorgamos poderes y ponemos un nombre.
La distancia, la posición, el tamaño y la orientación… Cada objeto renace cuando se relaciona con aquellos con que comparte espacio, así como también lo hace cuando interactúa con las personas. Las proporciones cambian, los usos son relativos y las perspectivas revitalizan cada conjunto. La esfera cultural desaparece, intercambio de ideas y nace la inspiración.

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