Donald Judd (Excelsior Springs, Missouri, 1928 – Manhattan, Nueva York,1994), comenzó su trayectoria profesional como pintor abstracto de composiciones geométricas bastante austeras. Durante los años cincuenta, se especializó como crítico de arte y, desde comienzos de la década de 1960, se dedicó a la escultura y al diseño de mobiliario. Este último período es el que le convirtió en una figura de proyección universal y en uno de los principales representantes y teóricos del minimalismo. El arte minimal se consolidó en Estados Unidos a partir de 1965 siguiendo un proceso reduccionista que llevaría la pintura, pero sobre todo la escultura, hacia sus estructuras más simples y esenciales.
El término fue aplicado por primera vez por Richard Wollheim en un artículo de la revista Arts Magazine en el que, citando obras de Duchamp, Reinhardt y algunos artistas pop, defendía la intervención mínima de los autores. De Ad Reinhardt es el famoso “menos es más”, que se convirtió en una de las consignas fundamentales del movimiento.
Donald Judd evolucionó de la pintura a la creación de objetos independientes en tres dimensiones, sobre suelo o pared, que usan formas sencillas, a menudo repetidas, y que exploran el uso del espacio en que se encuentran. Entre los materiales que utilizó durante su carrera abundan el metal –su material más característico-, el contrachapado, y el plexiglás. En algunas otras obras, utilizó cemento y bloques de adobe. Con ellos creó obras con las que intentó expresar relaciones afines a las progresiones matemáticas. Todas sus creaciones son frías, carentes de implicación emocional, en las que a menudo utiliza el color para de esta manera acentuar la estructura de las piezas.
La repetición, la despersonalización y la depuración, tres de los conceptos básicos del arte minimal, caracterizan su famosa serie Stacks. Judd utiliza módulos geométricos elementales y neutros, sin valor significativo, simbólico o expresivo, que presenta alineados en intervalos regulares. El resultado es una obra de arte reducida a su mínima expresión, deliberadamente fría (a lo que sin duda contribuye también el uso de materiales de fabricación industrial).
Una buena manera de entender sus conceptos y su trabajo es visitar el loft neoyorquino de Donald Judd. Está situado en un 101 Spring Street, un edificio de cinco plantas que el artista compró en 1968 como parte del movimiento de colonización que él y muchos de sus colegas llevaron a cabo para recuperar el degradado barrio industrial de Manhattan, que más tarde se conocería como SoHo. Una muestra de la arquitectura de hierro fundido, construida en 1870, que Judd convirtió en su casa-estudio, como ejemplo radical de una nueva tipología de vivienda inventada por algunos artistas de la época y denominada loft.
Judd vació cada planta de tabiques para destinarla a un único uso. Creó espacios limpios, contenedores de luz y aire, que el visitante podrá recorrer, desde la galería privada de la planta baja, que alberga la obra de Carl André, hasta el dormitorio, situado en la última, pasando por la cocina, el estudio y el salón.
Además de los espacios, el artista concibió las pertenencias que los ocupan, incluyendo una impresionante colección de arte, muebles de diseño y enseres de uso diario, firmados por Alvar Aalto, Gerrit Rietveld, John Chamberlain, Claes Oldenburg, Lucas Samaras, Marcel Duchamp, Dan Flavin o Frank Stella, entre otros.
En ella hay representación de su trabajo en el campo del diseño de mobiliario, con sus característicos muebles de metal -se siguen produciendo en Suiza, por la compañía Lehni, AG y cada pieza está sellada y numerada para dar cuenta de su exclusividad- y los de madera, hechos totalmente a mano y construidos con los estándares de calidad rigurosos de Judd.
Qué bonito. Qué bonito el estilo minimalista y cómo se prestan los lofts a él. Y pensar que la moda de los loft empezó por no poder pagar una casa en condiciones y tener que alquilar naves… y ahora es de lo más chic y caro que hay. ¡Ironías!
Un saludo, gran blog éste.