Familia, adornos, luces, ilusión, creencias o regalos, ¿cuál es el verdadero leitmotiv de la Navidad? ¿Por qué son tan especiales estas fechas? ¿Es el frío y la nieve? ¿Son las celebraciones religiosas? ¿Es el acto de comprar para hacer feliz a los demás o la sorpresa de recibir presentes? ¿Son los actos sociales? Quizá se trate de una mezcla de todo ello, sumado a la necesidad de resguardarse en casa y disfrutar de los seres queridos en el calor del hogar.
Basta meditar un minuto para darse cuenta de que la mayoría de los eventos que dan forma a la Navidad tienen lugar en torno a una mesa. Es probable que ese tablero que alberga las cenas y comidas navideñas se convierta también en un foro para compartir recuerdos, exhibir adornos, cantar canciones o abrir regalos. Los ejes en torno a los que gira la Navidad son las mesas de todos los hogares del mundo. Esas piezas formadas por madera, metal o cristal —y un sinfín de materiales— han sido, son y serán testigos de algunos de los momentos más entrañables del año.
No obstante, si este artículo del mobiliario se antoja tan importante no puede ni debe descuidarse en estas fechas. Las experiencias y los recuerdos son más hermosos cuando el entorno es más agradable. Hay mesas con vida propia, con diseños excepcionales, con un estilo inconfundible, dispuestas a marcar la memoria de todo aquel que se siente a su alrededor. Moualla e Ishino son dos colecciones de la firma Walter Knoll que, sin duda, elevarán los momentos navideños a un nivel superior.
Moualla se caracteriza por una aparente simplicidad que, sin embargo, alberga mucho más tras sus líneas únicas, dibujadas una a una por el arquitecto Neptun Ozis, autor de la pieza. La madera maciza de nogal o roble dota a este artículo de Walter Knoll de una armonía y delicadeza extraordinarias. Sus detalles son mágicos. Su superficie flota sobre el marco y los acabados son precisos hasta el extremo. Ozis, prestigioso y reconocido diseñador turco, creó la mesa en homenaje al pintor Fikret Moualla, mentor y amigo de su padre.
La serie Ishino, por su parte, nace de la piedra. En este caso, su autor —el japonés Daï Sugasawa— basa su creación en los cantos rodados que son pulidos por la acción del viento y el agua en la naturaleza. Cuerpos grandes, bellamente esculpidos, pero a la vez tan ligeros que simulan quedar suspendidos en el aire. Ishino emana proporción, estabilidad y calma. La mesa parece sumergida en un líquido metálico de bronce, latón o cobre. Y todos estos pigmentos danzan poéticamente frente a los ojos de aquel que cae cautivado ante su encanto.
Moualla e Ishino son dos propuestas válidas para todo el año, que rebosan vida especialmente en Navidad. Son dos invitaciones a la ilusión, dos ofertas para recorrer el camino del auténtico espíritu navideño, dos promesas de reencuentro, esperanza, tradición y generosidad.
Un reencuentro con el centro del hogar
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