El indio Balkrishna Doshi es el ganador del Premio Pritzker en su edición de 2018, relevando de este modo a los españoles Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta, fundadores del estudio RCR Arquitectes, quienes obtuvieron el prestigioso galardón el año pasado. Doshi es el primer indio en ganar el Pritzker y, además, uno de los pocos arquitectos en hacerlo fuera de Estados Unidos y Europa. Hasta la fecha, tan sólo una tercera parte de los galardonados procedía de fuera de esos ámbitos geográficos, aunque también es cierto que en la última década han sido premiados tres arquitectos japoneses y uno chino.
El Pritzker es, sin duda, la distinción más reconocida, acreditada e influyente del mundo de la arquitectura. Es otorgado por la fundación Hyatt desde 1979 y entre los honrados podemos encontrar a grandes de la talla de Oscar Niemeyer, Frank Gehry, Norman Foster y nuestro laureado Rafael Moneo. A sus 90 años, Balkrishna Doshi se convierte en el arquitecto con más edad en recibirlo.
Los méritos de Doshi son innumerables, pero lo más significativo es el hecho de que todos sus trabajos han sido desarrollados sin salir de su país, en India. De hecho, una de las tres claras influencias que se pueden encontrar en sus diseños es precisamente la arquitectura tradicional india. Sus otros dos influjos proceden de su gran maestro, Le Corbusier, y de su otro gurú, Louis Kahn. Toda su obra –en mayor o menor medida- se sustenta en estos tres pilares.
Con Le Corbusier colaboró activamente en los años 50, levantando algunos de los proyectos más importantes de la ciudad india de Chandigarh, como son el Capitolio y el Palacio de Justicia. Más tarde, también participaría con el arquitecto suizo-francés en la ciudad de Ahmedabad, construyendo la Casa Shodan y el Palacio de Hilanderos. Fue en esta época cuando descubrió una nueva expresión contemporánea “adoptada regionalmente para un hábitat holístico sostenible”, tal y como explicó el propio Dashi durante la gala de entrega del Priztker, a principios de marzo, en el Aga Khan Museum de Canadá.
Ya en los años 60, Doshi trabajó con Louis Kahn en el Indian Institute of Management en Ahmedabad, impregnándose de su “claridad estructural” y de “su actitud”, pero sin renunciar a los elementos comunes de la arquitectura tradicional de su país. De hecho, nunca dejó de lado las pérgolas, columnatas, lucernarios o pórticos… ni, por supuesto, la estrecha relación con la naturaleza que le acompaña durante el resto de su carrera.
El jurado del Pritzker ha querido resaltar que la producción de Balkrishna Doshi “abarca todas las clases socioeconómicas”. Prueba de ello es que uno de sus proyectos más emblemáticos y conocidos es el desarrollo de las Casas de Bajo Costo de Aranya, en Indore. No obstante, hay muchos más trabajos en esta línea, como la Casa Atira o Lic Housing. Entre sus obras más destacadas también existen amplios desarrollos urbanísticos y planes municipales (Vidyadhar Nagar o Ecil), edificios brutalistas (Premabhai Hall), centros educativos (Universidad CEPT), galerías de arte (Amnavad ni Gufa) o edificios de oficinas (Sangath).
Todos los profesionales de la arquitectura –en oriente y occidente- han coincidido en destacar la calidad humana de Balkrishna Doshi. Como también han subrayado su impecable forma de trabajar, siempre buscando unir función y estructura. Para Doshi siempre ha sido fundamental tener en cuenta parámetros determinantes en la vida de las personas, como son el clima del lugar o las técnicas que se aplican en cada zona. Se trata de conectar con lo humano, con el contexto, mediante unas premisas filosóficas y poéticas muy claras y que Dashi siempre ha llevado a cada rincón de India donde ha trabajado.