El pasado día 28, cien televisiones de todo el mundo retransmitieron en directo la ceremonia de entrega de los Oscars 2016. Hasta 34 millones de espectadores conectaron con la gala en algún momento. Exceptuando acontecimientos deportivos muy concretos, no hay muchos otros días en el año en el que tantos ojos se posen en un mismo sitio, al mismo tiempo y desde los cuatro costados del planeta. Así que las expectativas no son pequeñas. Máxime cuando la cita se ha erigido en el imaginario colectivo mundial como el gran crisol del glamour y el “famoseo” de la industria hollywoodiense y, por extensión, del cine mundial. Todo el mundo, en mayor o menor grado, mira a los Oscars siquiera con el rabillo del ojo.
Y, por supuesto, tanta expectación es directamente proporcional a la presión que sienten los responsables de su puesta en escena. Pongámonos en la piel de aquellos que reciben el encargo de “vestir” a la ceremonia cultural (y de culto…) más famosa de la historia. A no pocos diseñadores les temblarían las piernas ante el reto de concebir, diseñar y construir la escenografía de los Oscars.
Y no lo decimos nosotros, sino el propio Derek McLane, que ha sido el encargado de diseñar tan famoso escenario. Y eso que lo ha hecho por cuarto año consecutivo, además de ser uno de los veteranos escenógrafos de Broadway. “La verdad es que es un evento de enorme presión, lo ve mucha gente, y mucha lo observa críticamente. Desde luego, este trabajo vive con esto”. Reconoce que el hecho de ser un evento en directo incrementa la dificultad y el nerviosismo. “El primer año que me encargaron el trabajo, repasé las galas de los 12 años anteriores para estudiar lo que funcionó bien y lo que no”, afirma el creador en esta entrevista concedida a Arquitectural Digest.
En esta edición McLane se ha inspirado en los años 70. “Todos soñamos en dorado”, rezaba el lema de la Academia este año. Y el veterano diseñador tiró de ese hilo para su creación. Hasta nueve escenografías diferentes se vieron en el Dolby Theatre durante toda la gala, recorriendo toda la tonalidad de dorados imaginables, platino incluido. Y como máximo exponente de la exclusividad y glamour del evento, más de 27.000 piezas de cristal de Swarovski dieron el brillo especial a todo el diseño. “Son piezas que aparecen en los laterales del escenario por detrás de los presentadores durante la mayor parte del show. Las he diseñado para que parezcan como si fueran rayos de sol”.
Y por primera vez, el McLane reconoce que ha utilizado más tecnología LED y digital de lo que suele ser habitual, lo que le imprime un toque de modernidad al conjunto general.
En definitiva, diseñar el escenario de los Oscars supone la superación de retos poco habituales: responder a las expectativas de glamour que se esperan de un evento de estas características y a la vez considerar las cuestiones prácticas que exige una actuación televisada y en directo.