La trayetoria de Rafael Moneo es de tal envergadura que ya no le resulta ni tan siquiera posible evitar que se le repitan. Y es que el arquitecto de Tudela ya recibió este premio hace más de 50 años, en 1961.
La anécdota puede resultar casi una cuestión menor teniendo en cuenta que hablamos del gigande nuestra arquitectura, sin lugar a dudas. Pero habla bien a las claras de dos hechos indiscutidos: que el genio sigue en activo y, además, sin visos de decadencia.
La crítica especializada ha querido y amado a Moneo a partes iguales, ya que nos pocos han apuntado a la “disparidad” del conjunto de su obra. Y existe cierto consenso en considerarle un profesional cuyo éxito ha descansado más siempre en su capacidad de trabajo, investigación y constancia que en su creatividad u originalidad. Algo que él mismo ha reconocido.
Moneo, el arquitecto español más galardonado de la historia (premio Pritzker 1996 incluido, y premio Príncipe de Asturias 2012) ha sido asimismo en ocasiones bastante áspero a la hora de referirse a la arquitectura contemporánea más moderna, especialmente cuando ésta se muestra como una obra aislada, que no se armoniza con el entorno. De hecho, es bien conocida la opinión de Moneo de que la arquitectura es “más ciudad que edificios”, en el sentido de que ésta debe sumar y aportar a la misma, teniéndola en cuenta.
Y al veterano arquitecto siempre le ha obsesionado dejar constancia escrita, profusa además, sobre sus trabajos. Ha escrito sobre ellos antes, durante y después de ver sus obras terminadas. De hecho, recomendamos a los lectores la revisión de Rafael Moneo: apuntes sobre 21 obras