Todas las grandes obras que a día de hoy admiramos por todo el mundo han tenido un origen común: una maqueta.
Una vez que la primera inspiración franquea la mente del creador, se plasma en los primeros trazos e ideas en un borrador y se convierte luego planos detalle, entra en juego un paso que suele antojarse definitivo para visualizar lo que, originariamente, solamente maginó el arquitecto: construir la maqueta. Una suerte de miniarquitectura que ayuda a diseñadores, promotores, inversores y admiradores a prever la obra con plena clarividencia. Porque, ya se sabe, una imagen vale más que mil palabras. O planos, en este caso.
Las maquetas son un trabajo concienzudo y costoso. Y en Japón han sido los primeros en querer poner esto en valor. Allí hace pocos meses que ha abierto el primer museo dedicado a exponer las maquetas de muchas de las obras más reconocidas de la arquitectura nipona. Archi-Depot, que así se llama el museo, tiene un doble objetivo: preservar las maquetas para la posteridad y, por supuesto, permitir que los amantes de la arquitectura las admiren y obtengan abundante información de ellas.
En la actualidad el museo tiene un espacio de más de 450 metros cuadrados de superficie para albergar cientos de maquetas de los creadores japoneses. Muchas no se pueden ver, porque están emplazadas fuera de la zona de exposición en las zonas más altas de las 116 estanterías de más de 5 metros de alto que las que cuenta el museo. Como ya dijimos, el museo no sólo pretende exhibir sino también almacenar las maquetas con el objetivo de conservarlas para el futuro. Ahora mismo, se pueden encontrar en el museo maquetas pertenecientes a proyectos de prominentes arquitectos japoneses como Shigeru Ban, Kengo Kuma o Hitoshi Abe, entre muchísimos otros.