El One World Trade Center, más conocida como Freedom Tower (Torre de la Libertad), abrió sus puestas a principios del pasado mes de noviembre, 13 años después del atentado que acabó con las Torres Gemelas.
Diseñada y concebida por los arquitectos Thomas Boada y David Childs para recuperar el orgullo neoyorquino tras la tragedia, la torre y su aguja tienen exactamente 1.776 pies de altura (542 metros), en referencia al año de la declaración de independencia de Estados Unidos. Aunque aún están en construcción otros dos rascacielos que completarán el complejo, la apertura del One World Trade Center unida a la inauguración el pasado mes de mayo del museo del 11S supone un paso fundamental en la reconstrucción del área destruida en los atentados del año 2001.
El diseño del One World Trade Center incluye 242.000 m² de espacio para oficinas, así como un observatorio y una antena. La torre tiene como base un cuadrado del que nacen ocho triángulos isósceles que rotan al elevarse y que hacen que el cuadrado final de la torre, en su punto más alto, tenga una rotación de 45° respecto a la base. En cuanto a las medidas de seguridad, el edificio cuenta con muros de 91 cm. de espesor de hormigón reforzado, tres escaleras extremadamente anchas, una escalera exclusiva para uso de bomberos, varios ascensores, sofisticados sistemas de riego, filtros químicos y biológicos en los conductos de ventilación… La construcción del rascacielos, el mayor de Estados Unidos hasta el momento, se inició en el año 2006 y su finalización se ha retrasado en varias ocasiones, lo que ha elevado el coste de las obras hasta los 3.900 millones de dólares. Además de con los alquileres, sus dueños confían en recuperar gran parte de la inversión con las visitas al observatorio que se abrirá en lo alto del edificio la próxima primavera. Se espera que su atracción turística atraiga a más de 3,5 millones de personas al año y represente para 2019 unos ingresos de 53 millones de dólares.
El gigante de cristal y acero (con 104 plantas) se levanta junto a las cascadas con forma cuadrada donde antes se erigían las dos torres destruidas, y que ahora son un monumento que recuerda a las casi 3.000 personas muertas en los fatídicos atentados de 2001.
Fueron 175 empleados de la editorial Condé Nast los primeros en ocupar las oficinas de esta interminable torre de acero y cristal que domina el skyline de Nueva York. La compañía -dueña de cabeceras como Vogue, The New Yorker y Vanity Fair- ha alquilado por 25 años un tercio del espacio disponible en la torre, en concreto los pisos que van del 20 al 44. Junto a la editorial, ya tienen prevista la mudanza a la Torre de la Libertad otras empresas como la firma de publicidad Kids Creative o el grupo inversor BMB Group. El propietario del edificio, la Autoridad del Puerto de Nueva York y Nueva Jersey, ha colocado ya alrededor del 55% del espacio disponible en el inmueble y sus propios trabajadores han comenzado a instalarse en uno de los edificios adyacentes, el Four World Trade Center.
La apertura de la Torre de la Libertad marca el comienzo del renacer del bajo Manhattan. Las empresas de finanzas están dejando paso a corporaciones del mundo del espectáculo, de la tecnología y de la comunicación como nuevos ilustres vecinos de la zona. El desembarco de la editorial desde su actual ubicación junto a Times Square -un área que ayudó a consolidar con su llegada en los años 90- está considerado clave en la redefinición del barrio. Los responsables locales confían en que el traslado a la parte baja de la isla de nuevos gurús profesionales servirá de imán para seguir atrayendo nuevos inquilinos a una zona que fue la más afectada por la tragedia del 11S y que muchas empresas han preferido evitar por motivos de seguridad.
Las primeras señales de ese resurgimiento ya se han hecho evidentes en los últimos meses con la apertura de numerosas tiendas de lujo y el anuncio de que otro gigante de la comunicación, Time Warner, también se trasladará al sur de Manhattan.