Recorrer la Sierra de Madrid es zambullirse en un entorno que ha sabido respetar su arquitectura rural tradicional en una excelente combinación con el diseño más vanguardista. Esta dualidad hace de la cordillera madrileña un auténtico escaparate de esos dos extremos y su perfecta combinación.
Los pueblos de la sierra han escapado durante años a la expansión de la megalópolis y han mantenido su esencia tradicional. Se trata de construcciones perfectamente integradas en el espacio, diseñadas por los habitantes de los pueblos y elaboradas con materiales de fácil acceso.
Hablamos de muros gruesos de piedra, en su mayoría granito y gneis, cubiertos de adobe en su interior. Pero también abunda la pizarra e incluso la madera, como materiales de construcción. Se trata de casas bajas, de una y dos alturas, en las que escasean las ventanas para aislar el interior del frío serrano. La cuadra y la cocina solían encontrarse en la parte inferior, mientras que el almacén del material y las habitaciones se encontraban arriba.
Con el paso de los años, numerosos madrileños que heredaron estas viejas casas de sus ancestros decidieron arreglarlas y remodelarlas para disfrutar de una segunda vivienda. A pesar de que la gran mayoría optaron por una restauración convencional, en la Sierra de Madrid abundan las casas singulares que fusionan los estilos más rompedores y actuales, mientras respetan los elementos clásicos de la zona.
Una de estas viviendas espectaculares es la conocida como ‘House of Would’, concebida por el estudio Elii y construida en la localidad de Pedrezuela a 45 kilómetros de Madrid. Fabricada en madera, la casa está elaborada a partir de siete módulos de madera que se adaptan a las desigualdades del terreno y permiten unas vistas espectaculares del bosque y la montaña.
En Collado-Villalba podemos encontrar dos construcciones espectaculares que sirven de perfecto ejemplo de convivencia entre el entorno y la vanguardia.
La primera de ellas es la casa ‘El Viento’ del arquitecto Otto Medem de la Torriente, mientras que la segunda es conocida como ‘La Casa de las Hormigas’ y fue diseñada por dos mujeres: Carmen Espegel Alonso y Concha Fisac de Ron.
La primera es una vivienda blanca que se integra con armonía sobre enormes bloques de granito natural y juega con las vistas a la Sierra.
Cuenta con tres niveles para salvar el propio desnivel del terreno, pero esto también le sirve para aprovechar la luz con sus enormes ventanales. Por su parte, ‘La Casa de las Hormigas’ se concibe formalmente con unas premisas medioambientales fruto de su localización en una parcela de gran tamaño dentro del Parque del Manzanares. Sus arquitectas lo definen como una dualidad constante entre lo natural y lo artificial.
Esta vez en Los Peñascales de Las Rozas encontramos una vivienda bifamiliar diseñada por el estudio ICA Arquitectura S.L.P. y que impresiona tanto por su aspecto, como por su entorno y funcionalidades. De nuevo, aquí también se han respetado y aprovechado las moles de granito natural tan comunes en la sierra madrileña y se ha dotado a la vivienda de unas características bioclimáticas adecuadas en la línea más actual.
En Collado Mediano se halla una joya del estudio Padilla Nicás Arquitectos. Se repiten otra vez dos elementos predominantes en la montaña: el fuerte desnivel y las increíbles vistas a la sierra. Para su construcción se emplearon elementos tradicionales de la zona como paramentos blancos enfoscados y cubiertas de teja de pizarra negra.
Por último —ya que podríamos enumerar infinidad de viviendas y edificios que aúnan estas características de naturaleza, construcción tradicional y vanguardia arquitectónica en la zona de la sierra y en otras comarcas de Madrid—, destacaremos el excelente trabajo realizado por g+f arquitectos en el centro de interpretación del Monte Abantos.
Aprovechando las ruinas de un edificio entre los pinos del Monte Abantos, los arquitectos respetaron unos muros de granito y ladrillo preexistentes que, con una altura de dos plantas y sin forjado intermedio, mostraban una extraña esbeltez. Además, camuflaron la cubierta del edificio con el terreno, rellenándola con tierra del monte y plantando especies de la zona. Entre otros materiales, también trabajaron con zinc, buscando que con el tiempo se llene de musgo al igual que ocurre con el tan representativo granito de la sierra madrileña.